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 Publicado hace 4 años

Identidad digital, una renuncia imperdonable

Hoy día ya no es posible que las empresas se lancen a comunicar sin digitalizar, de la misma forma que digitalizar sin un mensaje de calidad es una pérdida de tiempo y dinero


La comunicación siempre ha sido una herramienta de gestión. Hay empresarios y directivos un tanto escépticos al respecto, cierto, pero son tantos los ejemplos de compañías que han cosechado popularidad y dinero apoyándose en la potencia de sus mensajes que perdería la tarde redactando el listado. La transformación digital no ha hecho otra cosa que consolidar y acelerar la validez de esta afirmación: la comunicación es hoy más que nunca una ventana de oportunidad para seducir a potenciales clientes y conquistar nuevos mercados. Ahora bien, transitamos por una era que impone sus propias dinámicas y de la misma forma que ya no es posible comunicar sin digitalizar, digitalizar sin mensaje es una pérdida de tiempo y dinero.

Vayamos por partes. Primero, detengámonos en la importancia de estar y vivir en la Red. Y como lo que es medible no es opinable, apoyémonos en las cifras, siempre tan frías como incontestables. En 1997, Internet apenas contaba con unos 50 millones de usuarios a nivel global. En el 2020, según el último informe elaborado por We are Social y Hootsuite, se contabilizan ya 4.540 millones. ¡El 59 % de la población mundial!

Pero es que esta cifra ha quedado obsoleta mientras lee este texto, al extremo de engordar en unos cuantos cientos de internautas más, en una suerte de Ley de Moore acelerada que parece afectar en este momento de la historia a todo lo que tiene relación con la tecnología. En concreto, si consideramos que leer este post le llevará unos diez minutos más o menos, y tomando como referencia el último salto interanual, estaríamos hablando de unos 5.669, a razón de 566 nuevos usuarios de Internet por minuto. ¡Tremendo!

La imparable expansión del ecommerce es otra evidencia más de lo que pierden aquellas empresas que dan la espalda a la revolución tecnológica. La tendencia es global, pero no hay más que echar un vistazo a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor para entender la dimensión del fenómeno. De acuerdo con el informe de IAB sobre comercio electrónico 2020, en España, el contingente de ciudadanos de entre 16 y 70 años se situaba a comienzos de año en 33,6 millones de personas, de los que 31,2 entran en la categoría de internautas, una variable esta en la que influye de forma decisiva el elevado grado de penetración de los smartphones.

El volumen de negocio del comercio electrónico se ha disparado exponencialmente en los últimos años

Pues bien, de esos 31,2 millones, 22,5 ya compran bienes y servicios a través de Internet. Estamos hablando del 70 % de la población total en ese segmento demográfico. Un porcentaje que con total seguridad se ha incrementado en estos meses por los drásticos cambios desatados por la pandemia del Covid-20, que ha trasladado al escenario virtual compras que hasta entonces se materializaban en el territorio físico. Habrá que esperar un tiempo para tener datos más detallados, pero este informe del diario Expansión publicado a finales de agosto pasado mostraba ya alguna señal de esta tendencia (Consulte aquí la información).

Renunciar a un contingente de potenciales clientes que no para de crecer es un privilegio que las empresas de cualquier sector y procedencia difícilmente se pueden permitir. Es probable que en la actualidad las cosas les vayan bien pero… ¿por qué ponerle puertas al campo? Es en Internet donde se localiza la senda hacia el futuro, donde encontrar nuevos clientes, nuevos mercados, donde el potencial para escalar un producto se multiplica por n veces. Y es por eso que desarrollar y optimizar el posicionamiento en la Red representa uno de los retos más relevantes de este tiempo para todo tipo de firmas: multinacionales y pymes, negocios locales…

Llegados a este punto, y sentadas las bases de la importancia de apostar por Internet dado todo lo que nos puede aportar, ha llegado la hora de analizar el asunto más peliagudo: cómo crear una identidad digital. No hay una única respuesta para esta cuestión. Y es así porque cada empresa necesita un traje a su medida. Blanco y en Batea es en realidad la expresión de esta firme convicción que mantengo desde hace años. Lo que vale para una multinacional, puede que no valga para una pequeña o mediana empresa, o sí, quién sabe. Todo depende, que cantaba el malogrado Pau Donés.

Lo que es seguro es que confeccionar ese traje precisa de un análisis exhaustivo de prioridades y objetivos. El tiempo en el que era suficiente con lanzar una web, crear unos perfiles en redes y un blog ha pasado. El volumen de información en Internet es hoy tan denso (en próximos posts analizaremos esta realidad), y por tanto la competencia es tan acusada, que es preciso distinguirse y generar contenidos de calidad, procesar datos con regularidad y utilizar herramientas tecnológicas de última generación.

A Google, Bing o Yahoo no les vale con que las empresas simplemente estén. Necesitan más. Necesitan que las marcas les expliquen con claridad a qué se dedican, qué ofrecen, cuál es el valor añadido de sus productos o servicios y, sobre todo, qué necesidades de sus clientes (los internautas) satisfacen. Y que además lo hagan desde contenedores técnicamente impecables. Sin atender estos requerimientos ya es difícil posicionar, por no decir imposible, pero lo será aún más en el futuro porque los desarrollos asociados a la inteligencia artificial permitirán a los motores de búsqueda afinar aún más a la hora de observar y comparar la calidad de los mensajes y contenidos que las compañías suben al universo virtual.

Es por eso que la identidad digital ha de ser el producto de una reflexión profunda. Un análisis del que han de brotar los objetivos a perseguir, los mensajes a emitir y las herramientas a utilizar (web, RSS, buscadores, SEM y SEO, analítica, audiovisual, branding…). Acertar con estas tres variables puede convertirse en un aliado de gran valor para cualquier negocio, una vía para encarar estos tiempos turbulentos con mayor optimismo.

En la misma línea, para edificar la identidad digital es preciso entender muy bien cómo opera Internet, cuáles son sus códigos y los de sus usuarios. Os recomiendo que le dediquéis unos minutos a esta divertida e interesante charla TEDx sobre la transformación digital. En ella, Carlos Marina, CEO de Telefónica On the Spot Services, hace un repaso muy ameno a todo lo que ha sucedido al calor de la revolución tecnológica que vivimos y recomienda construir un relato digital atendiendo a las exigencias del medio virtual, principalmente inmediatez, coherencia y modernidad.

Coincido plenamente con esta fórmula. Es una ecuación que sintetiza aquello que debe incorporar toda identidad digital. Impulsar este proceso es una obligación para cualquier organización que quiera divisar un porvenir más halagüeño. Renunciar a su implementación, o directamente no actualizar y modernizar el trabajo que se pueda haber realizado en este campo, es un lujo que las empresas no pueden permitirse. El futuro, sí o sí, está en la Red. Y es un tren que no espera por nadie.

EL CONSEJO

Analiza los puntos fuertes de tu negocio y explótalos en aquellas plataformas digitales en las que tengas presencia. Pero primero identifica con qué herramientas quieres trabajar (web, redes sociales…) estudiando bien el perfil de tus clientes, tanto los reales como los potenciales.

Manuel Blanco

Todo mi esfuerzo profesional y académico a lo largo de la última década se ha focalizado en la transición digital. En conectar la creación de contenidos de calidad con las nuevas herramientas tecnológicas. En Blanco y en Batea vivo por y para el SEO